miércoles, febrero 01, 2006

Con Lucia Arribas



- Para mi es imposible que haya sido un suicido, ¡descarto esa idea!- Dijo Lucía.

Hablamos de Juan Carlos Gumucio, estamos sentados en un cafecito cerca de Trocadero y yo comienzo a sentir los efectos del capuchino que voy saboreando. Cuando ella dice eso, yo sólo puedo pensar que tiene razón y recuerdo cuando un amigo me llamó para darme la noticia de que Juan Carlos (aún me siento indigno de llamarlo tan familiarmente y sin embargo no encuentro otra forma, lo siento cercano aunque hace mucho que nos dejó, cuando era menos cercano que ahora) se había suicidado. Yo también había estado seguro que no era posible un suicido, bastaba para ver la pasión por todas las cosas del universo para saber que Gumucio no podía suicidarse, al menos estando conciente, el problema es que no sé cuán conciente andaba él los últimos días de su vida.

- ¿No crees que sus ideas podían incomodar a alguien? Llega a esperanzarse Lucia, tratando de encontrar explicaciones aún ahora tantos años después.

Lucía Arribas es pintora, vive hace 13 años en Francia, actualmente lo hace en la región de Normandía. Según ella, está ahí y es quien es gracias a haber conocido a Juan Carlos Gumucio.

Comenzaba aún la década de los noventas, Arribas había ido unos días de vacaciones a Londres para ver a su hermana. En esa ciudad y desde el primer momento en que vio a ese boliviano grande y barbudo, jura haber entrado en confianza inmediata con él, el amigo de su hermana, Juan Carlos Gumucio. Me parece que su voz se va a quebrar cuando recuerda como la llamó la primera vez que la vio y le gritó “¡Mujercita!” y mientras lo pronuncia ella, yo creo adivinar en su sonrisa el recuerdo que yo mismo tengo de la sonrisa de Juan Carlos, está claro que ella lo imita y lo recuerda profundamente, más profundamente cuando recuerda ese apelativo, mujercita.

Arribas retornaría a Londres por tiempo más prolongado cuando luego de dejar una relación sentimental, habla por teléfono a Gumucio y le comenta cuan cansada está de su vida en Paris, Gumucio no duda y le responde “pero ¡vente mujercita!”. Ella tampoco duda mucho, parte. El día que llega Juan Carlos le prepara donde dormir, y también la pone a trabajar, durante un tiempo Lucía Arribas será ayudante del periodista Gumucio. Irá con él a la oficina en Le Monde, atenderá sus dictados, aprenderá de fuentes y de todo en periodismo, ella no tiene formación en la materia, pero tiene el mejor maestro que es quien la aloja. Juan Carlos le enseña las fuentes.

Lucía recuerda a un Juan Carlos hablando a un mendigo en la calle, invitándole a tomar un café, charlando con el hombre feliz de ser invitado y de la silla más condecendiente que el cemento en la calle. En algún momento Juan Carlos le habla de la monarquía inglesa y pide su opiniónal mendigo. El demandado está encantado con la monarquía, no es lo que espera Gumucio quien no quiere mucho a ningún tipo de monarquía. De todas formas el periodista tiene una fuente inédita que le da información en estado puro. Lucía está aprendiendo lo que mucho años después Gumucio resumiría en un artículo que escribiría en nuestro Mal Bicho, curiosamente sería su último artículo, pero eso ya lo sabe todo el mundo y sin embargo siempre lo recordamos.

Mas tarde yo recuerdo una imagen en la casa de Juan Carlos en Tarata escribiendo cuentos en inglés que nos muestra. Comento el recuerdo con Lucia (¿qué será de todo ese material?). Recuerdo las hojas manchadas de tinta, recuerdo todo escrito a máquina, la tecnología había abandonado por completo a Juan Carlos. Quiero acordarme de qué val el cuento y no consigo, imagino que trata de una mujer, pero no estoy seguro.

- ¡Esa máquina se la regalé yo! – Me asegura Lucía, que también se pregunta por el paradero de los objetos de Juan Carlos.

Lucía no ha dormido bien, la noche anterior estaba en Barcelona, mañana debe partir a Normandía. A mi hace media hora que me espera la directora de la Alianza en Montparnasse, ella también debe irse hoy, pero a Cochabamba.

- Quiero hacer un proyecto para poder ir a Cochabamba – me dice Lucía. – Es realmente importante para mi – Continúa, y emprende un viaje imaginario hacia esa Tarata de la que tantas veces le habló idealizando Juan Carlos Gumucio, quien siempre quiso volver a Cochabamba y quien nunca paró de hablar de esa ciudad en la que comenzó y terminó su vida. En donde compartió curso con Ramón Rocha y Vargas Llosa en el colegio Don Bosco.
Tantas historias Juan Carlos, pienso, el Capuchino me ha puesto tan emocionado que pago el café de Lucía pese a lo tacaño que soy. Lucía me pide de volverse a ver en Marzo, yo espero también verla, seguir armando el rompecabezas, aunque sea sólo una esquinita.

1 comentario:

Unknown dijo...

Juan Carlos era una gran persona, conocido en todo el mundo. QDEP