domingo, octubre 29, 2006

Pequeña frase de Maqroll



Dice Maqroll el Gaviero en sus memorias:
"Saber que nadie escucha a nadie. Nadie sabe nada de nadie. Que la palabra, ya en sí, es un engaño, una trampa que encubre, disfraza y sepulta el precario edificio de nuestros sueños y verdades, todos señalados por el signo de lo incomunicable".
Pero luego agrega:
"La nostalgia es la mentira gracias a la cual nos acercamos más pronto a la muerte"

Arístides lo sigue pensando. Amatilde sigue lejos en una playa, en noche cuando es día. Siendo Fado, siendo As Time Goes By, siendo la voz de Amalia Rodriguez y Misia y Madredeus. Amatilde echada en esa playa lejana, en esa isla y en ese mundo paralelo.
Arístides, el otro Mastropiero, piensa en El Gaviero, en que él también tiene esas ganas de siempre partir y aveces queda preso entre montañas; lejos incluso de los ríos que debería comunicarlo de laguna manera con ella. Juntar unas lianas, amarrarlas y hacer una embarcación. A algún lugar debe llevar ese riachuelo que pasa por la puerta de su casa, que no permite nadar, que es mugre, que es jabón de lavaderos de auto, que es huevos de sapos, y es una delgada línea de agua suplicante que sin embargo debe comunicar de alguna manera con algún río navegable y mucho despúes con el mar; y entonces la promesa del abrazo de ella que existe, que no es una voz al teléfono en breves charlas que duran minutos en la inmensidad de las horas del mes, otro océano.
En esa isla ella se queda. Y Mastropiero, el Otro, está entre montañas, pensando en partir, pensando en las casi últimas palabras de Maqroll el Gaviero antes de su partida definitiva.
La esperanza siempre es el mar.

jueves, octubre 12, 2006

Marías Javier, El Testigo



Dos obsesiones del escritor

En el último año Javier Marías ha sacado a la luz dos libros de artículos, el segundo de ellos El oficio de oír llover ha sido celebrado por su sátira y compromiso político.
Ésta es una aproximación a tres novelas que han elevado a grado de referente al escritor madrileño.

“No creo que la realidad sea más difícil pero sí es cierto que la ficción ayuda a sobrellevar la realidad” le había dicho Javier Marías a Woody Allen durante un encuentro hace unos años en Paris. “Hay que imaginarla (la realidad), de lo contrario nunca llegas a vivirla del todo. Hay que pensarla, convertirla en un relato”, concluía el escritor.
El buscar una lógica y una trama a casi cualquier cotidianidad de la vida han convertido a este escritor en uno de los más, sino el más, representativo de España en la actualidad. Su prosa es fina, elegante y clara. Sus libros placen a eruditos y no tanto. Por supuesto que tiene enemigos, y lo detestan a muerte. En Cochabamba he conversado con un escritor quien dice que Todas las Almas es el peor libro de la historia, porque no hay una trama en la que pase algo, porque no se cuenta nada en realidad. Quien dice esto admite, sin embargo, que está magníficamente escrito. Marías, como un jinete del Apocalipsis que llega al galope, cuando ya la literatura no tiene nada que contar.

Lo que cuenta Marías

Marías tiene varias obsesiones literarias y temáticas que se repiten a lo largo de su obra. Muchas de ellas son de corte filosófico. Tomamos dos que están entre las más importantes.

Primera obsesión: El olvido

En algún momento Marías decidió dar dimensiones al tiempo, un rostro, un cuerpo. Según esta idea, en el día a día, nosotros sólo somos capaces de ver al tiempo de frente y no su espalda, él decide intentar ver esa espalda. Tiene una novela entera dedicada al tema: Negra espalda del tiempo. En ella, la espalda del tiempo es paradójica pues es inamovible, es un tiempo oscuro que nadie lo puede ver. Ingresar, pasar a la negra espalda del tiempo es aún más terrible que la muerte, es afiliarse en el olvido, es algo muy cercano a nunca haber existido, pese a que se pasó por el mundo. En la Negra espalda, la novela, Marías sólo empieza con esta idea y a partir de ella se dedica a tratar de reconstruir acontecimientos, vidas de personas que existieron, pero nadie los recuerda. Es una prosa que se cuestiona profundamente el olvido y la inútil lucha humana que se le antepone. El protagonista de la novela olvida el rostro de la mujer con la que vivió tres años. Sólo recuerda que tenía una cicatriz en el muslo. Lucha con su memoria por recordar la cara y no lo consigue, y esos tres años que vivió con ella no fueron bastante para guardar el recuerdo de ese rostro muchos años después. Pero el olvido expuesto por Marías es mucho más totalitario, lo invade todo, no distingue lo justo de lo injusto, la sociedad olvida todo y la sociedad también será olvidada.

La Negra espalda del tiempo seguirá siendo abordada en posteriores novelas de Marías. La mejor de todas ellas es sin duda Mañana en la batalla piensa en mí, cuyo argumento comienza con un hombre que está a punto de tener una aventura con una mujer casada que acaba de conocer. Cuando comienza a desvestirla, la mujer muere en sus brazos. El hombre conocerá a la mujer luego de muerta y la reconstruirá por pedazos, tratará nuevamente de salvarla del olvido.

En la que es, hasta el momento, su última novela Tu rostro mañana Marías invierte el papel. Debe reconstruir, en base a fragmentos del presente, el futuro de lo personajes, predecir lo que van a hacer mañana. La novela está comprendida de dos tomos hasta ahora, pero al parecer habrá un tercero.

Segunda obsesión: Etimología, estilo y ritmo

Marías es un amante de la etimología. Esto se denuncia constantemente en sus novelas. En Tu rostro mañana, por ejemplo, gran parte de la trama ocurre en Inglaterra y el narrador, que es español, en algún momento se encuentra con expresiones de su idioma que no puede traducir al inglés y extraña no poder hacerlo. Mas tarde se encuentra con palabras en inglés que no puede traducir al español y termina expresándolas en inglés. Sufre la imposibilidad de traducción, siente nostalgia de la otra lengua mientras no la habla. Los personajes de Marías suelen ser intelectuales, a los que no siempre parece valerles esa condición. El ritmo de sus narraciones no depende de la acción, las explosiones, las traiciones. Depende de los personajes y sus descubrimientos mínimos, paranoias y obsesiones. Son estas acciones que muchas veces sólo pasan en la imaginación de sus protagonistas las que crean el ritmo. Esto destruye la narrativa pendiente de la acción y crea el estilo Marías. En Tu rostro mañana confiesa abiertamente en las primeras líneas de la novela: No debería uno nunca contar nada, ni dar datos ni aportar historias (…) Contar es casi siempre un regalo (…) un vínculo y es otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona”

Marías admite con cierto pesimismo: El mundo depende de sus relatores porque uno no controla. La realidad suele ser traicionada al contarla, es imposible no hacerlo. Se toma siempre la opción no verdadera del acontecimiento, sino la que aparenta conveniencia.

jueves, abril 20, 2006

Con Martita y Jimmy


Sueño casi cada noche con La Bada Los Inmortales. Tocan cuecas siempre en mis sueños. Hace como dos meses que he instalado a fuerza de insistencia en Montpellier a El Cacho, por lo menos entre el pequeño grupo de amigotes que me rodean, chicos y chicas de varias nacionalidades, la ala latina es la que predomina: Italia España y Sudamérica.
Todo esta obsesión de las noches de cacho de martes y sábado entre alcoholes y grandes y palos y dados que vuelan, y más palos, sólo con un objetivo; descubrir qué es lo que facina del Cacho a toda una ciudad. Yo he sido un jugador pasivo del Cacho durante muchos años en Cochabamba, y ha sido en esta estancia de un año académico en Francia, con tiempo abundante para el oscio que he venido a convertirme en jugador nato de Cacho. Pero no ha sido por simple vicio y deseo de cerveza. Soy aún más egoísta que eso para motivarme a meterme entre grandes, escaleras de mano, borres, sobre fulls de huevo y La Paz La Paz.
Mis razones responden a poder comprender un poco más a tres personas especiales que me han acompañado durante los dos últimos meses: Jimmy, Martita y Ausberto. Los tres personajes de una narración corta que he trabajado con entusiasmo por momentos, y también decepción. Me cae muy bien sobre todo Jimmy, un cholito que va a hacer sus estudios universitarios a Cochabamba. Tiene una sonrisa impresa, inborrable, me hace mucho recuerdo a un muchacho de Arbieto que me presentó mi amigo Leo hace un par de años o más. Buen jugador de fútbol, agudísimo de inteligencia, así también es Jimmy que se enamora de Martita, enorme y hermosa valluna originaria de Aiquile, aiqulieña.
El cacho entra porque es Ausberto quien traba relación con la pareja, en especial con Jimmy. Trato de comprender qué es lo que atrae a Ausberto de Jimmy y pienso que al final es solamente las ganas de no sentirse solo. Su excusa siempre es El Cacho, es fácil de proponer, sobre todo en bares y restaurantes.
Tal vez Don Ausberto es el verdadero personaje de la historia, aunque definitivamente es él el que cuenta la historia de amor entre Martita y Jimmy.
Hace un par de semanas he terminado el esqueleto de esta histria con una sensación de satisfacción. Con los días he seguido sintiendo la presencia de los tres. He imaginado escenas para nada tocadas, como el autoexilio de Jimmy en EEUU durante dos años y medio. Me he preguntado por si realmente se desesperó por volver alguna vez, siento que no. Fue Martita la que siempre se desesperó porque vuelva.
Es Ausberto a quien ahora parece iluminar la escena ante la desaparición de sus amigos. Sobre todo la relación de Ausberto con la soledad. Trato de imaginar el día que finalmente Ausberto deja Cochabamba y se va a vivir a Mizque. La sucesión de acciones, casi automáticas que lo llevan a tomar un bus atestado de olores a almuerzos grasos. Se va con muy poco. Encima del bus paga para llevar su cama de Plaza y media. Ausberto tiene que relacionarse con una soledad a la que finalmente no puede resistir. Tiene un doble discurso, por un lado desea siempre la compañía y es un charlador de primera, sobre todo en una mesa de Cacho y cervezas. Pero cuando tiene que compartir su cama prefiere la amplitud, los brazos abiertos, el ronquido franco, la garganta seca. Ausberto es interesante por su tedio, y es eso lo que trato de descubrir, su tedio, su cansancio de la rutina, su poca resistencia a la misma, o tal vez, su derrotada pero aún agonizante resistencia a la rutina, a la soledad. Busca compañera, pero es torpe y se aburre, tras pocas horas de compañía.
Sin envargo se siente cómodo con Jimmy y Martita, no sé por qué, en su descargo supongo que es porque Jimmy y Martita tiene presencias livianas, que no molestan. Personas que no responden si no preguntan, que sonrién y entretienen aunque uno no hable, que sientes que te quieren sin que te lo digan, que te hacen caso, pareciendo que realmente les gusta lo que tu haces. Jimmy y Martita son presencias buenas, tal vez demasiado, por eso son fugaces también, un poco inmateriales y fácilmente desaparecibles.

Otra escena que no sé si útil pero que me encataría describir, es a Los Inmortales, esos otros testigos (ignorantes de tal condición), de la historia entre Martita y Jimmy, y luego cotidianos alqulidos de Ausberto, la escena no sé ni donde pasa ni qué pasa. Eso es lo que quiero saber, de qué hablan Los Inmortales, siempre estan mudos, tocando Cuecas, o algún vals. Sólo se expresan con sus intrumentos, están mudos y quizás así tienen que quedarse, creo que sí.

He estado trabajando en varios cuentos creo de calidad mediana en estos 8 meses. Mi principal proyecto y obsesción éste de Martita y Jimmy, voy a ncesesitar concejos en mis inseguridades, voy a necesitar que me destruyan con cariño y honestidad. Espero puedan hacerlo, pienso en Leo de la Torre, en Roquito, en los hermanos Paz Soldán si no es mucho molestarlos, y es que odio tanto molestar. Pienso en mi criticón Crispín, a veces demasiado adulador y poco franco, tiene un sentido crítico que puede ser muy honesto, pero cuando te quiere es demasiado bueno, veremos que convine un poco esas dos cosas conmigo. Pienso en mi compadre Rodri Antezana, quien considero aue es la honestidad encarnada, pese a sus preconceptos difíciles de repensarlos para él mismo.
Veremos, ya se acerca la hora del regreso. Ya los abrazaré pronto

miércoles, febrero 01, 2006

Con Lucia Arribas



- Para mi es imposible que haya sido un suicido, ¡descarto esa idea!- Dijo Lucía.

Hablamos de Juan Carlos Gumucio, estamos sentados en un cafecito cerca de Trocadero y yo comienzo a sentir los efectos del capuchino que voy saboreando. Cuando ella dice eso, yo sólo puedo pensar que tiene razón y recuerdo cuando un amigo me llamó para darme la noticia de que Juan Carlos (aún me siento indigno de llamarlo tan familiarmente y sin embargo no encuentro otra forma, lo siento cercano aunque hace mucho que nos dejó, cuando era menos cercano que ahora) se había suicidado. Yo también había estado seguro que no era posible un suicido, bastaba para ver la pasión por todas las cosas del universo para saber que Gumucio no podía suicidarse, al menos estando conciente, el problema es que no sé cuán conciente andaba él los últimos días de su vida.

- ¿No crees que sus ideas podían incomodar a alguien? Llega a esperanzarse Lucia, tratando de encontrar explicaciones aún ahora tantos años después.

Lucía Arribas es pintora, vive hace 13 años en Francia, actualmente lo hace en la región de Normandía. Según ella, está ahí y es quien es gracias a haber conocido a Juan Carlos Gumucio.

Comenzaba aún la década de los noventas, Arribas había ido unos días de vacaciones a Londres para ver a su hermana. En esa ciudad y desde el primer momento en que vio a ese boliviano grande y barbudo, jura haber entrado en confianza inmediata con él, el amigo de su hermana, Juan Carlos Gumucio. Me parece que su voz se va a quebrar cuando recuerda como la llamó la primera vez que la vio y le gritó “¡Mujercita!” y mientras lo pronuncia ella, yo creo adivinar en su sonrisa el recuerdo que yo mismo tengo de la sonrisa de Juan Carlos, está claro que ella lo imita y lo recuerda profundamente, más profundamente cuando recuerda ese apelativo, mujercita.

Arribas retornaría a Londres por tiempo más prolongado cuando luego de dejar una relación sentimental, habla por teléfono a Gumucio y le comenta cuan cansada está de su vida en Paris, Gumucio no duda y le responde “pero ¡vente mujercita!”. Ella tampoco duda mucho, parte. El día que llega Juan Carlos le prepara donde dormir, y también la pone a trabajar, durante un tiempo Lucía Arribas será ayudante del periodista Gumucio. Irá con él a la oficina en Le Monde, atenderá sus dictados, aprenderá de fuentes y de todo en periodismo, ella no tiene formación en la materia, pero tiene el mejor maestro que es quien la aloja. Juan Carlos le enseña las fuentes.

Lucía recuerda a un Juan Carlos hablando a un mendigo en la calle, invitándole a tomar un café, charlando con el hombre feliz de ser invitado y de la silla más condecendiente que el cemento en la calle. En algún momento Juan Carlos le habla de la monarquía inglesa y pide su opiniónal mendigo. El demandado está encantado con la monarquía, no es lo que espera Gumucio quien no quiere mucho a ningún tipo de monarquía. De todas formas el periodista tiene una fuente inédita que le da información en estado puro. Lucía está aprendiendo lo que mucho años después Gumucio resumiría en un artículo que escribiría en nuestro Mal Bicho, curiosamente sería su último artículo, pero eso ya lo sabe todo el mundo y sin embargo siempre lo recordamos.

Mas tarde yo recuerdo una imagen en la casa de Juan Carlos en Tarata escribiendo cuentos en inglés que nos muestra. Comento el recuerdo con Lucia (¿qué será de todo ese material?). Recuerdo las hojas manchadas de tinta, recuerdo todo escrito a máquina, la tecnología había abandonado por completo a Juan Carlos. Quiero acordarme de qué val el cuento y no consigo, imagino que trata de una mujer, pero no estoy seguro.

- ¡Esa máquina se la regalé yo! – Me asegura Lucía, que también se pregunta por el paradero de los objetos de Juan Carlos.

Lucía no ha dormido bien, la noche anterior estaba en Barcelona, mañana debe partir a Normandía. A mi hace media hora que me espera la directora de la Alianza en Montparnasse, ella también debe irse hoy, pero a Cochabamba.

- Quiero hacer un proyecto para poder ir a Cochabamba – me dice Lucía. – Es realmente importante para mi – Continúa, y emprende un viaje imaginario hacia esa Tarata de la que tantas veces le habló idealizando Juan Carlos Gumucio, quien siempre quiso volver a Cochabamba y quien nunca paró de hablar de esa ciudad en la que comenzó y terminó su vida. En donde compartió curso con Ramón Rocha y Vargas Llosa en el colegio Don Bosco.
Tantas historias Juan Carlos, pienso, el Capuchino me ha puesto tan emocionado que pago el café de Lucía pese a lo tacaño que soy. Lucía me pide de volverse a ver en Marzo, yo espero también verla, seguir armando el rompecabezas, aunque sea sólo una esquinita.