jueves, marzo 24, 2011

Eso de contar


Una vez más me expongo, sólo con el supuesto objeto de contar.
Así que cuento.
Cuento un cuento. El cuento cuenta la historia de Maqroll el Gaviero, de Mutis, su despedida de Ilona, y pasa por el maravilloso y triste viaje de Hervé Joncour en Seda de Baricco, y termina con un viaje atemporal a los sueños de un joven que no quería contar su sueño en Japón.
Y a Japón son dedicadas estas dos funciones de cuenta cuentos, la de hoy, la de mañana.
Yo cada día descubriendo y buscando más el significado de la libertad devuelta, la verdadera, la de pensamiento, la de alma, la de amar sinceramente. Y en ella me he comprometido activamente a informar sobre las alternativas al sistema monetario financiero actual. No tengo idea cuando cambiará, seguramente cuando todo explote y los que siguen viviendo aferrados a sus miedos despierten. Todos los que tienen miedo a la pérdida, pérdida material, los que quieren poseer a sus parejas y controlar sus vidas, sólo son un resultado de este sistema doctrinal que todo lo quiere poseer. Sólo poseemos y por un tiempo nuestro conocimiento y nuestro cuerpo, nada más. El resto es sólo ilusión y miedo a perder.
Yo pierdo estos días un poco de peso, pienso que no tardarán en volver en alguna cena generosa compartida con alguien apreciad@ y que aprecia alimentarse con el otr@.
El cuento termina con todos dándose cuenta que el sueño puede estar pasando ahora mismo, y más vale ponerle una sonrisa.

jueves, enero 20, 2011

Cruce de algunos

Un día en alta mar,
Novecento ha estado tocando el piano, en medio de la tormenta, toda la noche.
Maqroll la ha pasado en vela, mientras, una vez más, su siempre taciturna expresión ha atraído a alguna señorita que le gustaría descubrir al Gaviero.
Por mi parte he pasado dos resfrios, uno después del otro. Y he festejado el final de ambos con una buena taza de café y leyendo cuentos. Algunos deberían dar algo de miedo en teoría, me ha gustado uno de Gaugaud, el resto más menos que más.
Pero he disfrutado la música de fondo de Novecento, y descubierto el viaje a la vejez que realiza en este mismo barco el subtieniente Drogo que vuelve al fin al desierto de los Tártaros.
Mientras tanto, yo quiero subirme a la primera sirena gigante que salga a superficie y agarrarme de sus pechos y viajar a mi descubrimiento de la belleza femenina, de su calma y ternura. En buenas manos uno siempre está cuando navega sobre una Sirena.
Johann Sebastian nos hace reir con una música hermosa que se intercala al jazz de Novecento.