Novecento ha estado tocando el piano, en medio de la tormenta, toda la noche.
Maqroll la ha pasado en vela, mientras, una vez más, su siempre taciturna expresión ha atraído a alguna señorita que le gustaría descubrir al Gaviero.
Por mi parte he pasado dos resfrios, uno después del otro. Y he festejado el final de ambos con una buena taza de café y leyendo cuentos. Algunos deberían dar algo de miedo en teoría, me ha gustado uno de Gaugaud, el resto más menos que más.
Pero he disfrutado la música de fondo de Novecento, y descubierto el viaje a la vejez que realiza en este mismo barco el subtieniente Drogo que vuelve al fin al desierto de los Tártaros.
Mientras tanto, yo quiero subirme a la primera sirena gigante que salga a superficie y agarrarme de sus pechos y viajar a mi descubrimiento de la belleza femenina, de su calma y ternura. En buenas manos uno siempre está cuando navega sobre una Sirena.
Johann Sebastian nos hace reir con una música hermosa que se intercala al jazz de Novecento.
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