lunes, junio 15, 2020

¿Por qué volveré a ser cuenta cuentos?

Tengo problemas como espectador, no solo de otros también de mi mismo. Debe ser algo común, pero siento una vergüenza inimaginable cuando veo un video mío actuando o contando un cuento. Y entonces ¿por qué lo hice?, ¿por qué volveré a hacerlo? Pues la respuesta corta es porque me hace bien a la salud, me crea la ilusión de que me expreso. Y la vida se trata de expresar la belleza que sentimos. Me suelo sentir muchísimo más cómodo con mis cuentos impresos publicados (no con los guardados, tal vez alguno de ellos). Es el hecho quizá de tener tiempo de editarme, de censurarme, de poder buscar el producto trabajado, re criticado, por mí y por otros.
Pero quizá con lo que más tengo problemas como espectador es con los cuenteros. Voy a tratar de explicarme. Yo empecé a contar cuentos sin ningún afán escénico. Hacía mi tesis de Gestión Cultural en Bruselas, cuando durante un viaje a esa mi otra casa que es Montpellier, mi amigo Sylvain me llevó a una velada donde todos aportaban una comida o un cuento. En esa velada descubrí algo mágico en la esencia del cuento. Descubrí que había algo inherente a la palabra oculta, re significada y compartida en un grupo pequeño de personas. Descubrí aquello que seguramente era normal en el hombre de hace 10 mil años; juntarse, contarse, sentir la complicidad y al mismo tiempo descubrir y viajar con fantasía.
En aquel tiempo mi reflexión era más de tipo esto me sirve para mi tesis, porque acá, en esa chispa está la verdadera motivación a la lectura. Las ganas del seguir escuchando la historia es la misma de seguir leyendo hasta la siguiente página. Hice los 3 cursos básicos de la Escuela del Cuento de Bruselas (Hoy Théâtre de la Parole) y fue algo maravilloso. Ya solo quería contar historias. Dos cuenteros me marcaron en esa época Didier Kowarsky y Magali Mineur. Su técnica depurada, transportarte con la palabra, sin artificios ni sobreactuaciones, daba en el clavo, la palabra es lo que cuenta. Yo quería lograr lo que ellos hicieron.
Obviamente eso no es fácil, han pasado 10 años y creo que estoy legísimos de su nivel, pero al menos tengo la idea más clara de lo que quiero y cómo puedo llegar a hacerlo.
Y mi problema siempre fue ese, que tengo un esquema de lo que yo quiero escuchar como cuenta cuentos. Por eso es que muchas veces la paso mal como público, porque cuando iba a cuenta cuentos que se disfrazaban de brujas o personajes del cuento que contaban lo veía como una payasada que me impedía escuchar la historia. O que creen que cuenta cuentos es el reemplazo al payaso de la fiesta de cumpleaños del niñato. Esa es la razón por la que no soporto los textos sin vida, las personas que repiten su cuento de memoria, las personas que dicen "era muy triste" "era muy hermosa", "era muy bello", "todo era maravilloso". En resumen, los que califican su historia o partes de ella, pero no nos dejan ver la historia y realmente sentir la belleza, los que explican el cuento pero no cuentan. Lastimosamente la mayoría de los cuenteros que he visto caen en esta forma de contar. Creo que no es un error, creo que simplemente a mi no me gusta esa forma de contar, no es lo que estoy buscando como narrador, entonces tampoco como público. Pero, lo he solucionado, antes tenía todo un conflicto de querer que todos entiendan y cuenten como yo creía que debía ser el cuento, ya no creo más en eso. Cada uno debe contar como le hace feliz, y cada uno debe escuchar a quien le guste escuchar.
Magali Mineur decía que nosotros no importábamos, lo que importa es la historia, el narrador debe ser transparente, por eso casi siempre se viste de negro en un escenario obscuro. Aún creo en eso y eso traté de hacer en mis años de narrador. Sabía sin embargo que me faltaba algo y entonces hice teatro, unos 4 años, algo así. Pero no era teatro lo que quería hacer, lo que quería hacer era tener más presencia escénica. Creo por eso que mi producto más logrado fue el último que presenté, "El hilo" se llamaba. Poco después tuve una hija y una enfermedad grave y tuve que dejarlo todo.
Hace unos meses, antes de los encierros y gobiernos fachos, volví a trabajar en una idea de cuento. La idea avanza muy lentamente, pero avanza y creo que es el siguiente paso luego de "El Hilo". Por ahora lleva el título de "EL IPSIS". No voy a decir de qué trata, al menos no todavía, pero me ha recordado porqué sigo queriendo contar. En EL IPSIS el cambio más claro es que lo literario (mi primer amor), es decir lo que yo trato de escribir se está acercando un poco más a lo que trato de contar con lo oral. Me hace feliz buscar esa forma que no se puede contener en lo escrito, ni en el teatro. En la que la palabra lleva el peso y la responsabilidad.
Ya les contaré más

sábado, junio 06, 2020

Los Tiempos Opinión

Así, en una frase sola cantaba el voceador los domingos por la mañana muy temprano, anunciando el paso del periódico. Hoy, muchos años más tarde ya no existe ese canto matutino. Pero también parece ser un tiempo desaparecido para la opinión. O que la opinión ha perdido un peso porque todo el mundo opina sin hacer un pequeño proceso de revisión de su pensamiento y ver si vale la pena decirlo y lo lanza al universo a través de cualquier red social. Y no me voy a quejar de la modernidad, solo evidencio este no existir por el exceso de existencia. Es quizá esta misma razón que hizo dejar por tantos años este Blog, esa sensación de que no importa ya decir nada. Que lo que diga no será leído por alguien que tenga un sentido de razonamiento trabajado, o peor aún, ser malinterpretado o más triste que eso no ser leído por nadie. Pero en realidad esto último es lo que me ha llevado a volver. La sensación extraña de belleza de existir sin existir. Es decir que este mensaje esté acá vagando y accesible en internet y que sin embargo nadie o casi nadie lo lea. Es algo que me recuerda a nuestra existencia en este planeta. Existimos en un universo tan grande, pero al universo no le importa. Es más un día cuando nuestro planeta no exista, nunca habremos existido para el universo. Pero no hace falta viajar al futuro, para el universo en realidad es como si no existiéramos ahora. Es tan grande y nosotros tan pequeños. Y pues nosotros estamos tan vivos. Ahí hay belleza. Y eso me gusta de volver a escribir por acá, el acto casi performático de lanzar palabras en un blog en tiempos en los que ya nadie hace blogs. Lo que hay es Youtubers, Twix, o no se qué otras plataformas mucho más interactivas. Esto es el pasado y es bello, porque entonces lo que decía al principio es verdad El Tiempo no existe acá en Internet. Siempre es hoy. Hace 10 años, hace 20, mañana, de acá a 20. Por eso yo mismo puedo leer entradas antiguas de este, o cualquier blog, y ser ese día que se publicó, la fecha de publicación es simplemente referencial.
Les describo la imagen del instante: Mi escritorio es un cuarto compuesto de una gran mesa y 3 libreros con los libros que casi ya no leo pero que amo, los libros que me gusta oler y ojear, y a viajar a donde me lleven. A mi lado está una pantera rosa tamaño real de peluche (más de un metro y medio) que me hizo mi madre cuando yo era un bebé. La pantera ha perdido una oreja que la guardo en un cajón y siempre prometo que un día de estos coseré (quizá algún día que lea esto la oreja estará cosida, quizá no). Escribo en una computadora de casi 10 años de antiguedad cuya batería no funciona y si se corta la luz se pierde todo esto. Si se corta ahora, nunca lo habŕe escrito. También de vez en cuando mi sistema ubuntu se confunde y me vuelca la pantalla (por lo menos una vez al día), mi hermano que es ingeniero me ha enseñado a poner un comando en una terminal de ubuntu para corregir el error cada vez que pasa. Tomo en este momento un mate de toronjil (quisiera decir una copa de vino que queda mejor, pero es un matesito) en una tasa azul gigante que me regaló mi amiga Samantha Cabrera hace unos quince años, un día que caminaba por el correo y ella me dijo, qué haces, le dije es mi cumpleaños y como por arte de magia sacó esta taza gigante que guardo con cariño a la espontaneidad. 
Los Tiempos se están perdiendo en opiniones, nos estamos olvidando de la belleza. Hoy se cerró el Ministerio de Culturas en mi país. Y mi palabra no importa, pero aquí estoy y por un instante siento algo parecido a la belleza mientras escribo esto.