Llegas a la estación de tren. Naces en el desconcierto de una fila larga que te precede para poder comprar el pasaje. Te pones al final y casi inmediatamente dejas de ser el último ante el arribo de otro sujeto. En la fila vas conociendo a otras personas, te vas familiarizando con el que está delante de ti y también con el que te sigue y vigilas al que persigue a este útlimo. Observas los rostros de los vendedores de los pasajes; te detienes en ellos y comienzas a prejuzgar y odiar, temer o desear más a alguno de ellos. En este caso te atrae la más joven, tiene cara de querer agradar y hacer bien su trabajo, sonríe notablemente más que los demás. Todo lo contrario ocurre con la señora del pelo corto rubio, los ojos perdidos en la fatiga y fatigándose más cada vez que se encuentran con otros ojos que le piden un pasaje; supones que ha hecho este trabajo o cualquier otro hace 20 años y no es su culpa, pero le temes, realmente le temes. Te das cuenta que ya has avanzado un montón y casi tienes la confianza de decirle a tu vecino que no te cae la rubia vieja, pero te callas. Igualmente te das cuenta lo que no saben los que recién llegan a la cola, esos inexperimentados, no saben nada de esta cola, por eso se merecen estar ahí atrás al igual que tú, cuando estuviste hace unos minutos ahí, les falta mucho por aprender, pese a su deseo ansioso de hacer la compra rápidamente. Eso te recuerda de repasar mentalmente lo que tu quieres comprar. Repasas las palabras que utilizaras, de la mejor forma para no quedar como un tonto. Ya lo tienes todo muy bien pensado. Ahora sí, sólo hay una persona delante de ti y las cinco ventanillas parecen detenerse en el tiempo y hacer exactamente la misma venta y estar en el mismo momento de la transacción, deseas fervientemente que te toque la joven, casi te empiezas a enamorar de ella. Una de las ventanillas se libera y pasa el que estaba delante de ti, y casi sin tiempo de despedirlo en tu mente te deja desnudo ante la responsabilidad de afrontar el llamado de la siguiente persona. Otra vez y ahora con más fuerza que nunca el tiempo se detiene. Hay un tipo entre los vendedores que te parece simpático, él sería tu segunda opción en caso de no tocarte la chica joven, cada vez más linda y más platónica. Mientras piensas todo esto, te cohíbes ante el llamado de la siguiente persona. Te toca la vieja y nunca más miras a la joven. Tratas de decir bien las palabras, pero te asustas y quedas como tonto, al menos eso es lo que piensas cuando la vieja te mira más aburrida que nunca. Haces como puedes y consigues que te venda lo que necesitabas. Sientes placer sólo de haber terminado de hacerlo. Luego dejas la fila y mueres, para un día repetirlo por necesidad, nunca por gusto.
8 comentarios:
¿Y la historia hubiera cambiado si te atendía la jóven?...
Saludos.
Si me atendía la joven venía un instante de felicidad, sólo para después tenerse que despedir con formalidades decoradas "Bon après midi" "au revoir". Pero hubiera sido interesante y lindo, quizás en otra.
Gracias por el comentario
Pucha Gabito.. me sentí identificada.. especialmente en la parte en que uno construye perfectamente lo que va a decir, pasa y repasa mil veces... pero falla en el intento.. en mi caso lo que sigue es sonrojarme (guindo es pálido) y pensar ¡qué ridícula que soy!, para sentir la incomodidad del momento unos 45 minutos después y repetidas veces durante la noche o futuros días al recordar el hecho... jajaja así soy, vergonzosa y saltarina.. pero así me quieres no ve? (si, el no ve se me pegó de American visa y qué)
saludos amigo, a ver cuando te das una vueltita por mi blog y me dejas un comentario.. espero que todo te vaya de maravilla--> Lil, Liu o saltarina, como prefieras
jaja, que suplicio!!!
buen trabajo gabo, te enfrentaste a la burocracia con toda tu existencia :P
y los q no lo hicieron asi si q les falta mucho por aprender!
yo creo q la doña rubia de pelo corto debe pensar q a todos ustedes les falta mucho por aprender...
pero a quien no le falta aprender de la rutina, de la espera, de lo obligatorio, inevitable, impostergable? el aburrimiento salva a la paciencia
Miri!, La rubia es una representación de la muerte por aburrimiento.
Lil, Ya estoy en Bolivia!
ah, me la imaginaba misteriosa...
Lo interesante es que la escena es real, me pasó. En realidad ese tipo de cosas me pasan a menudo. Soy prejuicioso con las miradas de las personas.
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