- ¿Marcos, hasta cuándo tenemos Les Luthiers?
- Y mientras vengan bolivianos, nosotros seguimos
Me da la mano, me sonríe, nos sacamos una foto que le pido y se va caminando con sus compañeros a cenar a un restaurante no muy lejos del teatro. Yo he pedido permiso en mi trabajo de periodista en Red Uno, de todas formas es un sueldo de miseria. He dicho que voy a hacer reportajes sobre Les Luthiers y también sobre los migrantes bolivianos en Buenos Aires. Se portan de lujo, hasta me prestan un micrófono con el logo del canal. El problema es que Les Luthiers se presentan en Mendoza y los migrantes están en Buenos Aires. Yo estoy por supuesto en Mendoza. En la universidad no he pedido permiso pese a que estoy en mi último año de estudio, he partido y ya. Pero la ausencia a las responsabilidades han valido la pena por este momento que acaba de concluir, hablar este par de minutos con Marcos Mundstock, sentir su facilidad para comunicarse conmigo, sentir su humanidad en persona. Saber que existe realmente es lo más cercano a la gloria de conocer a quien más admiras. Supongo que algo así sintieron los fanáticos de los Beatles que alguna vez pudieron cruzar palabras con John Lennon. Es que como cualquier persona que me conoce desde mis once años, Marcos Mundstock siempre ha sido mi Luthier favorito.
En Agosto del 2005 vuelvo a ver a Les Luthiers, esta vez sí, en Buenos Aires, invitado por el CALL (El Club de Amigos de Les Luthiers). Durante la velada después del recital he sido el primero en responder a una pregunta concurso que ha lanzado Carlos Núñez que no ha dudado en regalarme una foto del grupo autografiada por los cinco. Pero lo más lindo es que Sebastián Masana, el hijo de Gerardo, me invita para ir a cenar a su casa para otro día. Él está dirigiendo un documental para el INCAA sobre su papá y el origen de Les Luthiers y le parece tan estrambótico éste boliviano tan fanático del grupo que no ha dudado en hacerme con suma educación la invitación. En la cena en su casa conozco a dos webmasters de lesluthiers.org y a la esposa de Sebastián. Ese día el entrevistado soy yo y eso es raro y a la vez gratificante, sentirme un poquito parte de esa historia.
Y de repente es abril 2020 y ha sido ese recuerdo el que me ha invadido. Pero no lo traigo solo por orgullo, sino porque fue en lo primero que pensé este miércoles al enterarme de la muerte de Marcos. Porque Sebastián, esa noche, me habló de otro Mundstock, del que no siempre la pasaba bien. Y en especial hablamos de sus cuentos, los que Marcos escribía desde muy joven y nunca los había publicado. Sebastián Masana pensaba que era por el miedo a que no sean tan buenos como él mismo esperaba que lo fuesen. Marcos era un ser especial, complejo, obsesivo y tortuoso que a la vez lo hacía tan refinado en lo que nos mostraba. Les Luthiers fue su catarsis desde 1967 hasta el final, y el cine lo fue también ya en los últimos años (su última aparición pública como artista la hizo no como Luthier, sino como actor en El Cuento de las comadrejas, de Juan José Campanella en 2019).
Cuando me enteré de su muerte pensé en su obra como escritor alejado de Les Luthiers, de manejo sublime del idioma en modo de juego o divertimento. Hay un cuento del que hablamos en esa ocasión con Sebastián. El argumento es una historia que comienza en español y poco a poco va introduciendo palabras en inglés y sin que te des cuenta, según Marcos, estás leyendo en inglés. La sola premisa de la idea absurda y genial da ganas de devorar sea lo que sea eso. ¿Será que realmente existe aquel cuento?, ¿será que finalmente su esposa o su hija se animarán a publicarlo?
Es curioso que Marcos no haya escrito libros, siendo él quien escribía las introducciones de las obras del grupo. El experto en el juego del lenguaje. Sus compañeros lo hicieron: Carlos Nuñez Cortez, Jorge Maronna y hasta Daniel Ravinovich sacó dos libros de cuentos, uno titulado “Cuentos en Serio”. Y Marcos no. Marcos que veía a los Monty Python, a Groucho Marx, a Woody Allen o a Pimpinela (estudiando a todos ellos como humoristas geniales y absurdos). Es injusto no poder leerlo.
Marcos y Gerardo Masana fueron el primer puntal de Les Luthiers. No olvidemos que fue Marcos quien se inventó a Johan Sebastian Mastropiero y fue el mismo Mundstock el único que se atrevió a personificar al prolífico compositor en escena.
Marcos cuya anécdota leyenda de ingreso al grupo reza así: Para ser parte de Les Luthiers los que querían participar tenían que llevar un instrumento inventado por sí mismos. Muchos integrantes era inventores excelsos y grandes músicos. Jorge Maronna llevó el Contrachitarrone da Gamba, una especie de guitarra y violonchello. Gerardo Masana llevó el Bass-pipe avara, compuesto de cuatro tubos que pueden variar su longitud deslizándose dentro de otros de mayor diámetro (como en un trombón “a vara”). Los tubos van montados en un pequeño carrito con ruedas para permitir el desplazamiento de la vara. Carlos Nuñez llevó el Tubófono Parafínico Cromático, compuesto de 31 tubos de ensayo dispuestos en doble hilera en un soporte acrílico. Y Marcos agarró una manguera de su casa, la envolvió y le puso la boquilla de la corneta que soplaba en el ejercito, lo llamó Gom horn. Había cumplido el requisito. Con el tiempo la boquilla de corneta sería sustituida por un embudo y se convertiría en un clásico que interpretaría Marcos en varias obras durante muchas décadas. Se me viene a la mente la Serenta Mariachi y el Recitado Gauchesco.
Marcos y Daniel Rabinovich trabajaban las escenas que requerían más presencia y carisma durante casi toda la historia de Les Luthiers, hasta que en 2015 el corazón le falló a Daniel y Marcos quedó con todo el peso de la marca. Ahora Marcos nos ha dejado, se lo llevó un tumor cerebral, un cáncer que le detectaron el año pasado. Es en esto que de alguna manera me acompañó o quise sentirme acompañado por él, porque es una enfermedad horrible, sobre todo mentalmente. Pero desde este miércoles 22 de abril del 2020, casi exactamente 18 años después de que Marcos me dijo que mientras seguían yendo bolivianos ellos seguían, la marca quedó huérfana. La última vez que lo vi no fui yo, vinieron ellos a Bolivia, a Santa Cruz, fue el 24 de agosto de 2013. Fue durante el peor surazo que tengo memoria, el frío impedía salir a las calles. Recuerdo que en medio de la obra Daniel pidió que por favor cierren la puerta porque se congelaba. Habíamos llegado al final de un camino. Ese día presentaron la que hasta hoy es la última obra original de Les Luthiers, Lutherapia. Ahora, dentro de unas semanas, tenían el estreno del nuevo espectáculo titulado Más tropiezos de Mastropiero. Día antes al fallecimiento de Marcos se suspendían esas funciones hasta nuevo aviso por la pandemia mundial. Y es que parece que no hay casualidad con la partida de Marcos, el mundo es aún más extraño, y por eso no es tan extraño que estemos viviendo todos en esta situación que vista de afuera parece trágicamente absurda. Todos esperando que el fin del mundo pase para volver a comenzar. Pero quizá ya todo ha terminado. O ¿no?. Yo todavía quiero leer los cuentos de Marcos antes de morir.
Marcos Mundstock murió a los 77 años el pasado 22 de abril aquejado de un tumor cerebral que no pudo superar. Había sido integrante de Les Luthiers desde su prehistoria cuando se formó el Coro de Ingeniería para el festival de La Plata en 1964 donde crearon la Cantata Modatón (más tarde Laxatón), luego harían un conjunto llamado I Musicisti de muy corta vida y a partir de 1967 Les Luthiers. En aquellos tiempos escribía anécdotas sobre un personaje medio mafioso (o mañoso) llamado Freddy Mastropiero. Luego le cambió el nombre a Johann Sebastian y lo hizo el compositor más importante de la historia Luthierana.
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