Todo había empezado aún varios años antes, cuando yo, aún niño descubrí un juego llamado NBA 89, yo lo jugaba en 1991, pero qué importa, por alguna razón solo atribuible al capricho cósmico mi equipo en ese juego se convirtieron los Utah Jazz. Unos años después los vi jugar por televisión la final ante un jugador arrogante, talentoso, pero muy mala persona, llamado Michael Jordan a quien los medios y los mercados idolatraban. Mi equipo no vendía, y nunca olvidaré cuando en 1999 la última jugada no fue Jordan haciendo un doble, sino Stockton recibiendo una clara falta en un triple, y que los árbitros no pitaron, por la única razón como bien dijeron los locutores en aquella ocasión "ya que importa porque su majestad MJ se retira campeón de la NBA, es la historia perfecta". Para mi no fue nada perfecta, fue un robo a un proyecto honesto, aunque no muy comercial.
Hoy siento aún más esa injusticia, porque a parte de Stockton y Malone, quien más mereció ese premio trabajando día a día desde mediados de los 80 fue Jerry Sloan. Hace a penas un año todavía asistía, pese a su enfermedad, con pasión a las tribunas del estadio de los Jazz. Porque ahora sí, y ya desde hace casi cinco años cuento con mi NBA pass y veo todos los partidos del Jazz, los 82 de la temporada y los que vengan en Playoffs, y aún espero ese campeonato dedicado al mejor entrenador, al más honesto, duro y sincero que recuerdo. Jerry Sloan.
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