martes, julio 21, 2020

La enfermedad (fascículo 5)


Día 5 - Strugull

Golpean mi puerta insistentemente. Al enfermo lo trae el ucraniano rubio que habla francés.

- ¡Il est devenu comme ça tout dans coup!

El enfermo, si es que se lo puede llamar así, tiene ojeras y ojos rojos, como si hubiera llorado mucho. Lo siento en la camilla. El Ucraniano está rojo, cuenta que le dio ajenjo. El enfermo mira al vacío, parece ausente. Palmeo su mejilla para que reaccione, un poco de saliva chorrea de su boca. Le pido que la abra la boca, que diga Aaaaaa, lo hace. Conozco a Mâred, también al ucraniano, se llama Oleksandr, ambos trabajan en servicio; soy yo el que hace cada año el examen médico de rigor. Mâred parece completamente ausente. Al revisar su garganta y oídos no veo ninguna inflamación, su nariz no presenta congestión, su pulso es normal. No tiene ningún síntoma de resfrío. Será algún agotamiento, nada más. Debería descansar. Le doy unos calmantes y se lo llevan.

En la tarde lo vuelven a traer, no ha dormido nada. Sigue igual, con los ojos abiertos.

- Sólo respira, como esperando algo.

Siempre me resulta algo patético y muy triste ver a un hombre tan grande como Oleksander llorando. Pongo una inyección a Mâred para que duerma. En la noche al enfermo lo trae una mujer que dice llamarse Marta, no la había visto antes.

- No respira.

Le tomo le pulso, no tiene pulso. Bombeo el corazón, le doy respiración, repito el procedimiento, varias veces. Me siento agotado a lado de la camilla. La mujer le habla al oído, le acaricia el rostro, le peina con las manos y se lo lleva.

A media noche tocan la puerta. Es el jefe de personal de servicio, un holandés gordo, junto a uno de los jefes de cocina. Están cargando con Oleksander.

- Se derrumbó mientras servía la cena a unos clientes.

Cuando lo siento en la camilla Oleksander mira el vacío.

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