sábado, julio 25, 2020

La Enfermedad (último fascículo - ASIRIYAKU)



Día 12 - Marta

Tocan la puerta. Es otra vez el médico, me sonríe. Me pregunta si quiero caminar un poco. Salgo con él. Me dice que ya ha parado todo, quedamos doce personas estables. Todos los enfermos han muerto y los han echado al mar. Quedamos muy pocos en comparación a los que fuimos en algún momento. Los que quedamos, no sabemos a ciencia cierta porqué estamos sanos. Salvo claro, si aceptamos la explicación poco científica que Strugull da, que la gente se muere de tristeza. Yo pienso que la gente triste siempre se muere antes. Eso lo sabían esas dos que me subieron al barco. No me necesitaban. Me querían como un amuleto, porque se les había metido la idea de que era una bruja. Me encerraron a lado del camarote del médico. Yo no sé su pena, pero se pasaron las primeras noches llorando. Un día vino un joven del servicio, conversaron, le pusieron triste. Ellas se murieron ese mismo día, ahogadas en su llanto. Al joven, escuché que lo trajeron al médico al día siguiente. Pero ya se le había pegado esa tontería. Yo mismo tuve que llevarlo por tercera vez a la enfermería, no respiraba. El doctor trató de estabilizarlo, cuando se sentó cansado a lado de la camilla, yo le hablé al oído, con cariño, entonces me apretó la mano. Dijo un nombre, Aida y abrió los ojos. Es uno de los pocos que quedan. Es de los más activos. Aunque todos somos iguales, y cada quien ayuda como puede. Pero los que quedamos parecemos contentos, aunque esta embarcación ya no viaja a ninguna parte.

Mientras camino por cubierta principal, Strugull me pregunta qué me gusta en la vida. A mí me encanta el mar. Pero también me encantan otras cosas. Comer, caminar de la mano, pasear aquí en esta cubierta, ver cuadros impresionistas, escuchar a Chico Buarque, pensar que hay cosas que entiendo, pensar que hay cosas que no entiendo, que hay personas que quieren estar bien, que bailan, que cantan, que leen, que dicen cosas bonitas a otras personas.

Andamos un poco más y nos sentamos al borde de lo que fue una de las piscinas. Ahora están todas vacías. Fue una de las primeras medidas que tomó el médico por pensar que podía ser un medio de contagio. Ya va anochecer, no decimos nada. Yo me apoyo en su hombro, él me abraza.

Día 33 Mâred

Llenamos la balsa de agua y víveres diversos que encontramos en el almacén. Marta y Strugull suben de la mano. Cuando los bajamos por medio de una polea, Marta nos dice hasta pronto y sonríe, Strugull la abraza. Quieren a volver a Salvador de Bahía, Marta quiere volver. Nosotros no queremos, no podemos. Los vemos alejarse durante un rato. Esa noche jugamos un juego de adivinar emociones lindas y nombrarlas para sentirlas más fuertes, nos lo enseñó Marta. Esa noche encuentro a Aida.

Día 738 - Aida

Vemos cerca otra pequeña isla y me recuerda el principio del viaje. Esta es más grande, me recuerda a un cuadro que pintó Marta. Fue hace mucho cuando yo pensaba que estaba casada con un hombre y que no había vuelta atrás, que estaba decidido para el resto de mi vida.

En los primeros días del viaje las cosas cambiaron un tanto. La última vez que vi al hombre con el que estuve casada, fue en el camarote, tenía la mirada perdida y un libro sobre el pecho. Marta me ayudó a sacar su cuerpo. Lo botamos al mar al día siguiente junto a una montonera de cadáveres. No lloré por él, me entró alivio, paz.

En aquel tiempo, pasamos semanas, días, meses navegando sin rumbo, sólo tratando de olvidar la enfermedad. Un día jugábamos a contarnos emociones sólo con señas. Yo interpretaba La Alegría, Mâred me dijo: Aida y yo le dije sí.


Mi hija me jala el vestido, se llama Asiriyaku, agua que ríe. Me pregunta si pararemos en la pequeña isla que vemos, le digo que sí.


Cuando atracamos damos un paseo y escuchamos un llanto.

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