lunes, julio 06, 2020

Les Luthiers en casette y el non tiempo

En 1991 descubrí Les Luthiers, todavía no llegaba a los 11 años cuando en mi curso de música el profesor nos hizo cerrar los ojos y escuchar atentamente el audio que el pondría. Luego de cerrar las cortinas una voz profunda inundó el salón:
"Cuando Mastropiero viajó a los Estados Unidos dispuesto a componer música para cine, dos hechos le produjeron fuerte impacto. El primero fue la imponencia de los estudios de Hollywood. Decidido a triunfar, Mastropiero fue directamente a la productora más importante de todas, intentaba entrar por la puerta grande. La puerta grande estaba cerrada, y ese fue el segundo impacto..."

El resto es historia para mí. Como ya conté alguna vez, pude incluso estrechar la mano, y agradecer personalmente a Marcos Mundstock por todo. Pero hoy quiero hablar de otro viaje, uno que fue mucho antes. Porque desde 1991 hasta 1996, yo nunca vi un Video de Les Luthiers, vi fotos, pero todo lo que me imaginaba de sus obras estaba marcado por esa primera impresión y la libertad de imaginar. De hecho si bien la primera vez que vi un show de ellos en video que fue el Grandes Hitos, si bien había mucha magia, también una especie de frustración me invadió. Porque Les Luthiers en imagen era un grupo de economía y efectividad, un grupo muy adulto y no muy infantil en escena. 

Pero para mi Les Luthiers era pura fantasía pirata. La tarea que nos daba el profesor cada vez que escuchábamos una obra musical era dibujar lo que habíamos imaginado. Me parece que la segunda obra que escuché en esa misma sala con mi profesor de música era Las Majas del Bergantín. Pasé toda una tarde tratando de concentrar en un dibujo todo lo que había imaginado. Al final dibujé un barco en medio del mar divisando el barco del Pirata Raúl. Cuando escuché Las Majas imaginaba las prisioneras, los foques enrollados, las jarcias adujadas y los cabos a la cornamusa (aún sin saber qué significaba todo eso), cuando el oficial divisaba un pingüino, yo veía el pingüino y no entendía el chiste del smoking del capitán. Era todo una película super producida y todos vestidos para semejante ocasión. Lo mismo con El Asesino Misterioso, la película la tenía en mi mente con Jack el forajido. 

Para mi hubo dos Les Luthiers, el primero fue el del Audio, el que recolectaba e intercambiaba desde mis 12 años en audios de casette con los coleccionistas de todas partes. Mis primeros tres casettes de Les Luthiers lo conseguí de mi primo Nando y recuerdo la tarde en que me perimtió ir a su casa a grabarme en su aparato doble casettera. Un tiempo después yo era el que tenía cosas raras. Muchos años después pertenecía al CALL (club de amigos de Les Luthiers) por el cual los casettes raros circulaban a nivel internacional. El último que me llegó fue en 2001, con un show de 1974 y en el que escuché por primera vez Fly Airways y volví a imaginar el avión como cuando era niño. Luego el Internet mató el misterio. Y Les Luthiers se convirtió en otra cosa. Se convirtió en lo que realmente era, un grupo de humoristas de teatro geniales. Un año después, en 2002 los vi en vivo por primera vez en Mendoza.

La mente es un gran diseñador de puestas en escena que supera siempre con creces a la imagen. Por eso la creatividad que surge de las palabras nunca se iguala por las puestas en escena del cine o el teatro. Por eso la desilusión de los lectores cuando al gin llega la película que tanto esperan de su libro favorito y la trillada frase "Eso no era así", "en el libro Tyrion tiene los ojos de distintos colores" "En el libro queda claro que Gandalf muere, lo que vuelve es una reencarnación del espíritu que envía Ilúvatar, pero Gandalf en gris nunca volvió de su enfrentamiento al Balrog". 

Hace poco volví a leer con atención Dune, y pues mentalmente es una novela muy estimulante, muy cinematográfica por todo lo que propone con las palabras. En diciembre llega una película dirigida nada menos que por Denis Villeneuve, un talentoso, quizá el más idóneo (junto con Nolan) para llevar ese proyecto y poder combinar lo comercial con una propuesta estética que haga justicia a la novela. Y sin embargo, las imágenes que tenemos los que hemos leído Dune van a ser seriamente amenzadas por las imágenes que se nos impondran. Paul Atreides tendrá un rostro que no es Paul Atreides. Así como mi Bilbo no es el Bilbo de las películas, pero es difícil romper la relación una vez que lo viste.

La imagen por tanto es siempre una dictadura, una dictadura del absoluto, de la prueba irreversible que te dice esto eso y no lo que tu piensas. Y sin embargo lo que uno piensa, lo que uno imagina es un mundo de posibilidades que cambian de forma, de color, de olor. El tiempo en la lectura, el tiempo de la voz, el tiempo de las palabras es una dimensión paralela al tiempo de la imagen. Una cosa fantástica de leer una novela larga, por ejemplo Viaje al fin de la noche de Céline, o 2666 o El Sonido y la Furia (este no tan largo) es que cuando te detienes en alguna parte de la lectura, tu pensamiento tu imaginario crece, teorizas las posibilidades, conversas con los personajes, te sientes más atrapado. Una película no te da ese tiempo, vas a salir en un par de horas, y nunca conviviste realmente con los personajes.

Lo mismo la radio, lo mismo mis primeros Les Luthiers, cuando yo salía de la niñez y me convertía en el niño que cantaba sobre las píldoras anticonceptivas, pero que podía recitar Edipo de Tebas y el Divertimento matemático sobre el Teorema de Thales, todos viviendo y conviviendo en el mismo universo de colores de las voces de Carlos, Ernesto, Marcos, Daniel, Jorge, Carlitos y Gerardo.

Hace unos años hice un ejercicio sobre Voglio entrare per la finestra, y decidí meterme en el mundo de las voces de ellos y terminó siendo un cuento sobre el No Tiempo. En ese cuento por un momento de hecho se cuenta tal cual la escena de Ludovico que trata de subir por la escalera para reclamar el amor de ella. Ludovico trepa, teme, tiembla. Mi cuento no terminó siendo nada gracioso, se llama Purgatorio y fue publicado hace unos pocos años por el premio Franz Tamayo de La Paz. Y también lo conté en una versión diferente como cuenta cuentos. Y en todas esas versiones experimenté que la palabra y la no imagen impuesta siempre te lleva otros universos y casi casi siempre a salirte del tiempo. A vivir por un momento lo que Borges llamó con un cuento El Milagro Secreto.
 

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