miércoles, julio 22, 2020

La Enfermedad (fascículo 6)


Día 6 - Carolina

Despierto sin haber dormido bien. La noche pasada estuvo bombardeada por gritos, agitación, lamentos y llantos. He tenido que continuar fingiendo que dormía. No tenía ganas de hablar con Joaquín. Él es, a veces, demasiado predecible, demasiado amable, tanto que le pierdo la paciencia. Anoche no quería que se me acercara. Cierto, llevamos varios días de casados, y sólo hemos hecho el amor la primera noche después de la fiesta de matrimonio. A decir verdad no recuerdo muy bien cómo fue, pero supongo que lo hicimos, estaba cansada y algo borracha; ni si quiera puedo decir si fue bueno, malo o regular. Ese día él estaba más relajado y contento. Incluso abrazó a un amigo mío del que sé que está celoso por que piensa que es más guapo y más interesante que él. Tal vez estoy un poco estresada. Espero un día dejar de sentir rechazo por Joaquín. Claro que mejor rechazar que sentirse rechazada. Tengo tanto miedo a una vida normal, a botar mi vida en un hombre bueno, comprensivo y superficial. Me da escalofríos.

Comemos en el lounge de cubierta principal. Nos sirve una mujer de color, por un momento pienso que es a la que obligaron a subir al barco Me sonríe. Casi le siento cariño, tal vez ella podría ser alguien con quien se pueda hablar sinceramente. Joaquín la mira y cuando se va comenta sobre el cambio constante de personal. Le digo que seguramente renuncian y se van a su casa nadando.

Al mirar alrededor veo caras conocidas, algunos siempre se sientan en el mismo lugar. Los sonidos, las salas, los comedores, la piscina, nuestro camarote, cubierta, todo es un poco como nuestro pequeño barrio, nuestra vida a la que de a poco nos hemos ido acostumbrando. Hemos construido en pocos días un cotidiano. Hay una pareja que me llama la atención. Se sientan siempre detrás del piano y junto a un gran ojo de buey. Parecen de nuestra edad. Pienso que también están de luna de miel. Tal vez tienen incluso los mismos temas de conversación que nosotros. Tal vez ellos son felices de verdad, como si algo así existiera, no lo son.

En la noche vamos al Atrium, toda la tripulación está invitada a un acto especial. Al entrar nos reparten programas de mano y unas máscaras que nos dicen que nos pongamos antes de entrar. Miro la mía, es de cerámica, pintadas de café oscuro con jaspes rojos, en realidad parecería completamente negra de no ser por el brillo que te hace dar cuenta que hay una coloración. Hay los huecos de los ojos y de la boca que parece una sonrisa enorme. La forma es triangular, está coronada por dos pequeños cuernos, un demonio travieso. Atrás de la máscara hay dos cintas para sujetarlas en la cabeza. Joaquín amarra la mía, yo la suya. Entramos. Me siento estúpida al ver que tengo la misma cara de Joaquín y su misma sonrisa. Adentro es peor, todos llevamos la misma máscara. Nos sentamos. Un maestro de ceremonia, que también tiene puesta la máscara y parece demasiado animado, nos da la bienvenida al velero más grande del mundo, y nos dice que vamos a tener una noche fantástica, con artistas de todas partes del mundo, grandes músicos y bailarines. Todo es tan falso, quiero irme de ahí, quiero perderme en una isla, sin Joaquín. El Maestro de ceremonias nos presenta al Capitán del barco que nos dirigirá unas palabras. Al Capitán se lo reconoce por su gorra y porque tiene escrito en el pecho su cargo. Eso sí, lleva también la máscara. Cuando va hablar se agarra los cuernos, se acerca al micrófono, va a decir algo, pero solo gime.

No hay comentarios.: